A veces me gusta reflexionar sobre los conceptos y etiquetas que nos envuelven e intentar buscar un posible “por qué”.
Más allá de las conocidas etiquetas: discapacitados, cojos, enfermos o inválidos, se ha puesto de moda que somos especiales o tenemos capacidades especiales. Adjetivo último que me resulta, por lo menos, curioso. No sé a vosotros que os evocará esta expresión, a mí personalmente me recuerda a la ciencia-ficción, donde los superhéroes tienen capacidades especiales.
Pero paradójicamente, está extendida la idea de que las personas con diversidad funcional somos inferiores al resto de sociedad. ¿No os ha pasado nunca que vais por la calle y os dicen: “pobrecita o pobrecito”? Si nos paramos a comparar entre las etiquetas que nos asignan, entre “capacidades especiales” y el “pobrecitos” emerge una cierta contradicción. Sin darse cuenta, con la primera expresión nos infravaloran y con la segunda nos desvaloran.
Entre ambos tópicos, siempre es mejor quedarse con el positivo: En la actualidad tener diversidad funcional es tener capacidades especiales. Pero… ¿por qué? E ahí mi reflexión:
¿Qué significa tener capacidades especiales?
- ¿Utilizar silla de ruedas, caminador o bastón para andar? Nadie utiliza los mismos zapatos ni anda igual que otro.
- ¿Aprender a un ritmo diferente? Quién lee o escribe igual que otro.
- ¿Necesitar una herramienta adecuada para escribir, o leer o hablar? Un panadero tampoco utiliza lo mismo que un carpintero.
En definitiva, no hay nadie que haga igual las mismas cosas que otro. “Si hay un secreto del buen éxito reside en la capacidad para apreciar el punto de vista del prójimo y ver las cosas desde ese punto de vista así como del propio.” (Henry Ford). El único secreto que yace de la etiqueta “capacidades especiales” es la visibilidad que se da a la forma de hacer las cosas, que no es más que la capacidad individual.
Y si la capacidad se refiere a los recursos y aptitudes que tiene un individuo para desempeñar una determinada tarea o cometido, entonces, todos tenemos capacidades especiales. Lo único que nos diferencia a las personas con diversidad funcional es la resonancia que se le da a nuestra forma de ejecutar las capacidades. Esa tilde que los demás ponen en nosotros y que, a veces, uno mismo pasa por alto es la que tenemos que aprovechar para avanzar y ser uno más.
Porque creyendo en nuestras posibilidades, aremos creer a los demás, reduciendo la diferencia visible ante el ser que llevamos dentro. Por lo que lo único especial que tenemos es la esencia interior de cada uno que hace que lo especial se convierta en lo común.
Aprendamos a valorar nuestro interior, para que lo “especial” no sea nuestro exterior. Como dice Frida Kahlo – Pintora mexicana con discapacidad: "Para qué quiero piernas, si tengo alas para volar"