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Una mañana soleada la ardilla paseaba por el lado de un acantilado, cuando se tropezó con el caparazón de una tortuga con la que coincidía con frecuencia, aunque casi siempre la encontraba cobijada en su caparazón. Por lo que ese día le picó la curiosidad y pensó: ¿Qué hará metida siempre ahí? ¿No se aburrirá?

Tras unos minutos contemplando a ver si sacaba la cabeza su vecina la tortuga, la inquieta ardilla decidió acariciar la corteza verde mar de su conocida y con voz tímida preguntó: “Buenos días, ¿estás ahí?”

La tortuga, recién levantada, pensó: "Ya estamos, otra curiosa que se piensa que no hay nada que hacer aquí dentro. Con el trabajo que tengo...". Resignada, la tortuga asomó la cabeza y saludó: “Buenos días, ¿Qué deseas?”

A lo que la ardilla, con una amable sonrisa, respondió: “Me preguntaba si… si te apetecería pasear o ir al rio… Como siempre te veo ahí metida sola… ¿No te aburres?”

La tortuga se quedó pensando durante unos segundos de qué manera responderle sin que se ofendiera. A lo que finalmente le contestó con una pregunta: “¿Verdad que tú no te cansas de ir de árbol en árbol? Pues yo siempre tengo que ir a poco a poco y con la casa a cuestas, por lo cual me resulta más difícil salir de forma frecuente, pero no por eso me aburro dentro de mi espacio, todo lo contrario, me siento más libre que cuando tengo que pedir ayuda porque no puedo sola llegar a un sitio.

foto miaPues si queridos lectores, seguramente estaréis pensando: “Ya se le ha ido la olla otra vez a PsicoVan.” A parte de eso, pensaréis que la historia se asemeja a muchas de nuestras vidas, sobre todo, cuando se tiene una diversidad funcional física, en que en muchas ocasiones nuestra habitación es el espacio más libre y confortable que encontramos. Dado que para ir a algún sitio o salir, muchos de nosotros, necesitamos de terceras personas.

Esto demuestra que cada persona elige su hábitat, igual que el caso de la tortuga en que su día a día no es el mismo que el de la ardilla, nosotros también tenemos derecho a construir y elegir nuestro espacio, que no tiene por qué ser el mismo que el de las personas de nuestro entorno.

Y es que, en muchas ocasiones, la dependencia hace que nuestro espacio se reduzca a una habitación, donde parte de nuestra socialización aparece detrás de una pantalla o a través de ella, donde nos sentimos más cómodos expresándonos a nuestra manera y a nuestro ritmo.

Este pequeño espacio, que posiblemente muchos no comprendan, nos hace o nos ayuda a crear nuestra propia identidad, sin que las personas que nos ayudan día a día influyan de manera directa en la creación y maduración de nuestra personalidad. En este espacio somos nosotros mismos, con nuestras inquietudes y necesidades psicoafectivas.

Pero, al mismo tiempo, tenemos que seguir luchando y buscando los recursos necesarios para externalizar esas necesidades como el resto de la sociedad. Por eso, también es importante no dejar de salir de nuestra guarida por muchos obstáculos que nos encontremos ante ello. Dado que la creación y la madurez tanto de nuestra identidad como de nuestro camino se irá proyectando gracias a la combinación de estos dos factores: la libertad en nosotros mismos y la superación de obstáculos a través de la autodeterminación. Porque como siempre digo, hacer las cosas de una manera diferente no significa que no las podamos hacer.

Elige que buscar y busca lo que desees, sólo así lo conseguirás.

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