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Una entrevista del Pais que muestra que tenemos las mismas inquietudes y preferencias que todos:

Elena llega con minifalda, luciendo piernas. «¡Qué difícil aparcar por aquí!», comenta. Con su acreditación como parapléjica puede estacionar en zonas azules, verdes y de carga y descarga, pero el tráfico hoy es intenso. Justo Raquel, que había entrado unos minutos antes por la puerta del estudio, comentó lo mismo. Pero la primera en aparecer fue Sarai, quien optó por el transporte público. Cogió el tren en Sant Cugat del Vallés (Barcelona) con su novio José Marí, también paralímpico, y que, como ella, vive en el Centro de Alto Rendimiento de esa ciudad. Esperamos a Loida, la extremeña que trasladó su residencia a Oviedo para estar más cerca de su entrenador. «Me he levantado a las cinco de la mañana y he conducido en mi coche hasta el aeropuerto; el avión salía a las ocho de la mañana», explica. Para ser un grupo de personas con movilidad reducida, la primera impresión que me dan es que se mueven mucho más que la media de los individuos que conozco.

Estas cuatro deportistas paralímpicas son totalmente independientes, no llevan lastre y viven sin complejos. «Cuando alguien me pregunta si desearía tener las dos manos, siempre respondo que no», explica Sarai. «Todo lo que tengo lo he conseguido a raíz de mi discapacidad. ¿Por qué debería querer cambiarlo?». «La mente es lo importante», apunta Raquel. «Cuando voy andando, a no ser que me caiga (que me ha ocurrido alguna vez), ni me doy cuenta de que me falta una pierna». Loida también piensa en positivo: «La discapacidad me hizo valorar las cosas que aún tenía». Y Elena lo resume todo con esta frase: «Para mí el accidente ha sido una bendición porque por fin he podido disfrutar de la vida, cosa que antes no hacía».

Han coincidido en las Paralimpiadas de Pekín 2008 y Londres 2012 (Loida y Elena hasta compartieron piso en esta última). «Tener la oportunidad de asistir a un evento de estas características es algo único», comenta Sarai. «Recuerdo la primera vez que salí a nadar en China y vi las gradas llenas. Tenía 15 años y gané una plata. Conseguir algo por lo que has luchado tanto te llena de una alegría inmensa». Aquel traje de baño, largo hasta el tobillo, que tardaba en ponerse más de media hora, ya no se utiliza. «¡Menos mal! Ahora lo han cambiado y llega solo hasta la rodilla». Y es que a estas chicas también les interesa (y mucho) la moda, tanto dentro como fuera de sus espacios de entrenamiento y competición.

¿Cómo vivieron la polémica de los uniformes olímpicos españoles, diseñados por la firma rusa Bosco Sports?

ELENA: Debo reconocer que el equipamiento era más feo en las fotos que una vez puesto. Y en Londres… ¡tenía éxito! El último día, una voluntaria me pidió que le cambiara mi chaqueta por la suya. Me hice de rogar, pero ¡se la cambié encantada!

SARAI: Era alucinante porque la gente compraba las chaquetas por 150 euros. Sí, tenía su público.

LOIDA: Los pantalones me resultaban incómodos, las hechuras estaban mal hechas y el tallaje era poco apropiado.

Sin duda, estos han sido los Juegos Paralímpicos de las manicuras artísticas. ¿Se animaron a lucirlas?

S.: Cuando voy a competir me gusta ponerme uñas de porcelana. Fui a Londres con la manicura hecha y mis dibujos, pero me rompí una justo antes de la competición, ¡qué rabia!

Es habitual ver a las atletas llevar algún que otro accesorio durante las competencias. ¿Es coquetería? ¿Son amuletos?

E.: Siempre compito con pendientes. No sé ir sin ellos. También suelo llevar el colgante que me regaló una amiga.

Raquel: No salgo a la pista sin mi pendiente pirata y mi colgante porque representan el espíritu del club al que pertenezco, el Génesis. Juanjo Méndez, su presidente, y Bernat Moreno, mi entrenador, han establecido una filosofía combativa que incita a luchar hasta el final. Somos el Pirata’s team y la calavera es nuestro símbolo.

L.: En halterofilia no nos dejan llevar nada, ni joyas ni bisutería. Pero yo sí tengo un amuleto: una foto de mi madre con una nota que me escribió. La llevo en la cartera, y siempre que compito intento tenerla lo más cerca posible.

Tienen claro cuál es su estilo, y se lo hacen saber al estilista, pero durante la sesión de fotos se atreven a cambiar los códigos. Antes de posar, Loida saca su móvil, se mira en una aplicación de efecto espejo y da su aprobación al look escogido.

Cuando cuelgan el chándal, ¿qué prendas les gusta llevar?

E.: Soy clásica. Me gusta ponerme camisa, falda corta y medias porque creo que tengo las piernas bonitas.

R.: Cuando trabajaba solo como arquitecta técnica mi fondo de armario era más formal y predominaban las chaquetas y las camisas. Ahora apuesto más por un estilo casual, con vaqueros. Elijo colores oscuros: marrones o negros, pero empiezo a introducir color (naranjas, verdes…). He hablado mucho con mi ortopeda para conseguir una prótesis cómoda, que se note lo menos posible bajo el pantalón, que es la prenda con la que mejor me siento. La que llevo ahora es magnífica porque me la pongo y puedo vestirme con ella. Además, doy juego al pie mediante un botón; antes tenía que llevar la llave Allen en mi neceser de maquillaje para ajustar el pie.

S.: Con las horas de entrenamiento que tengo al día, no puedo plantearme estar guapa 24 horas. Por eso aprovecho el fin de semana para arreglarme con minifalda y taconazos.

L.: Soy siniestra, visto de negro desde los 14 años, con vestidos cortos y ajustados. Me parece elegante y lo más cómodo. Si la prenda es ancha, puede colarse por debajo del guardabarros de la silla o me la tengo que ajustar bajo las piernas, porque seguro que me sobra mucha tela. Si tuviera las piernas tan bonitas como las de Elena –que le quedaban bien hasta los pantalones de Bosco– sería distinto, pero como las tengo tan delgaditas prefiero ponerme medias y botas.

¿Les cuesta adaptarse a la rapidez de las tendencias?

R.: Me encanta la moda y saber quiénes son las modelos que destacan, pero hay que ser realista y adaptar las tendencias a una misma. De todos modos, a mí no me importa transgredir: en verano llevo pantalones pirata y se nota que una de mis piernas es ortopédica, pero no lo oculto.

S.: La moda me apasiona. Y estoy encantada de que esta revista haya pensado en esta sesión, porque no es lo habitual.

L.:
La moda ayuda a crear un estilo, pero la personalidad es determinante. Estoy segura de que cualquiera de nosotras puede tener más éxito con un chico que una mujer que camine, sea guapa, pero no transmita carácter alguno.

Elena intenta ponerse unos zapatos de tacón de Ursula Mascaró. «Le tengo mucho cariño a la firma porque mi tío fue comercial y me habló siempre muy bien de ella», confiesa. No le entran, a pesar de los esfuerzos. «No me duele, tranquila. Son una talla menos. En fin, había que intentarlo…», explica. «Este tampoco me duele», comenta entre risas Raquel, señalando su pie ortopédico.

E.: Mientras se me vean las piernas, yo estoy contenta. Los zapatos de tacón me gustan pero no me los pongo a diario porque es incómodo llevarlos con la silla, necesitas estar muy pendiente para que no se te doble el pie. Con la paraplejia las piernas se atrofian y punto.

R.: Me gustan los tacones, pero suelo comprar más calzado deportivo. Mis tacones de cuatro centímetros, el máximo que me resulta medianamente cómodo, los utilizo en situaciones muy especiales y por poco rato.

S.: En las dos últimas semanas me he comprado tres pares de zapatos. Tengo muchos, pero si veo alguno que me gusta no puedo evitar hacerme con él.

L.: Mis botas de media caña son mi uniforme, me encantan. Me dan entidad. En mi día a día no uso tacones, pero hay otras ocasiones en las que no lo dudo.

Rampas en las puertas de acceso, alturas de las perchas a su alcance, probadores amplios con llamadores de emergencia o barras de apoyo, mobiliario anclado a la pared… Las tiendas con accesibilidad universal son en nuestro país prácticamente inexistentes (el proyecto For&From del Grupo Inditex, que apuesta por la integración laboral de personas con discapacidad, es aún un fenómeno minoritario). Ir de compras puede ser toda una carrera de obstáculos para estas mujeres.

No debe de ser fácil ir de tiendas…

E.: Recuerdo bien la primera vez que entré en Zara con la silla de ruedas. Cogí un montón de pantalones y me fui al probador. Tardé mucho tiempo, sudé tinta al probármelos y provoqué una larga cola. Fue un poco decepcionante porque vi que me costaba mucho. Pero ahora ya no me pasa. Suelo ir sola a comprar, lo prefiero. Sé perfectamente lo que me sienta bien y no necesito a nadie que me dé su opinión. Voy mucho a Zara y Mango. En general escojo aquellas tiendas que tienen prendas que me gustan; no miro su  accesibilidad, la verdad.

R.: No soy impulsiva, pero tampoco me gusta ir a comprar. Así que si paseo, veo algo y lo necesito, me lo compro. Me gusta la ropa de Desigual.

S.: ¡Uf! Yo, todo lo contrario. Cada día echo un vistazo a las webs de moda y en mi tarde libre siempre voy de tiendas. La ropa es mi perdición. También cotilleo y compro mucho por Internet. Se encuentran buenas ofertas de otras temporadas.

L.:
Voy de compras acompañada, aunque lo mío va rápido: voy directa al vestido negro y corto.

¿Les molesta que las miren por la calle?

E.: La gente va a mirarte, te moleste o no. Así que mi filosofía es: ¡Ya que llamo la atención, voy a lucirme! Me encanta gustar y que puedan pensar que soy una chica atractiva.

R.:
Las miradas de la gente van directas a mi pierna, pero ni me molesta ni me condiciona. De hecho, yo centro la atención en otros puntos de mi cuerpo. Me gustan los escotes.

L.:
Te acostumbras. Antes era más inocente y quizás podía afectarme, pero ahora sé también que si me mira algún chico quizá no sea solo porque voy sentada en una silla. Procuro destacar todo lo que puedo.

 

Fuente: Elpais: http://smoda.elpais.com/articulos/mujeres-muy-capaces/2808

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