La espasticidad y la distonías son síntomas paralelos y diferenciados que a veces se ven unidos por una discapacidad como la parálisis cerebral o patologías afines.
No está de más de enseñar el significado de cada una de ellas, así, sabemos que la espasticidad es la rigidez o tensión muscular y las distonías los movimientos involuntarios, mayoritariamente de las extremidades en ambos casos, aunque también se puede hacer extensible a cabeza y cuello.
Estos síntomas, que se agudizan por motivos hormonales pero también, en la mayoría de los casos, emocionales, hacen desestabilizar el comportamiento físico de la persona, puesto que sentimos que no somos dueños de nuestro cuerpo y menos de nuestro movimiento. Si la espasticidad ya conlleva una excesiva rigidez muscular que acaba desembocando en dolor, pues imaginaros si lo combinamos con un cóctel de distonías intermitentes.
Pues sí, asiduos lectores, se producen un huracán de sensaciones corporales difíciles de entender cuando no se pasan en primera persona. Eh ahí uno de los hándicap de la diversidad funcional, el transmitir lo que se siente y que la otra persona empatice. Quizás uno de los conflictos aparezca en ese punto.
En este escrito quisiera describir, desde un punto de vista personal pero sin dejar la profesionalidad de este espacio, tanto las sensaciones y las emociones de la persona con esta sintomatología como la percepción del receptor. Porque al fin y al cabo las personas que lo vivimos también lo percibimos en nuestros iguales más cercanos. Somos agentes activos de ambos puntos de vista. ¿Es verdad o no?
Para empezar, lo más fácil es describir aquello que vives y que sientes. Como sabéis asesoro desde dentro y en este caso también soy partícipe de este tornado que genera la combinación: la espasticidad con las distonías. A veces es como si nuestro cuerpo estuviese poseído, nos sentimos incapaces de controlar nuestros movimientos, de dirigir por ejemplo nuestra mano a un objeto, o incluso, nos vemos con la necesidad de pedir a otra persona que nos ponga el brazo de una determinada manera. Son sensaciones corporales que nos llevan a una impotencia sumergida en el nerviosismo y la rigidez, la cual se ve agudizada por ese sentimiento de frustración, rabia e impotencia.
Ese cómputo de emociones se pueden ver dramatizadas desde fuera o se puede pensar que es una exageración controlable o manipulable, pero en todo caso, soportable o llevable. La inexperiencia de estas vivencias suelen llevar a tópicos como: estate quieta, ¿por qué te mueves tanto?, Pareces unas maracas, ¡pero contrólate!, Etc.. Son reacciones inocentes basadas en la ignorancia y el desconocimiento vivencial de esa situación corporal concreta.
¿Pero qué podemos hacer para evitar un conflicto entre ambas partes? Puesto que la persona también se siente inquieta al vernos de esa manera y a la vez, sin querer, con esos comentarios se tiende a aumentar el nivel del tornado espasticidad vs. distonía.
Tan sólo podemos esperar a que nos pase, ya sea con estrategias de relajación o con algún relajante muscular e intentar explicarle a la otra persona que no podemos hacer nada de forma voluntaria ante esta situación muscular. Lógicamente, la otra persona también nos debe dar más tiempo para hacer las cosas o esperar a que nos relajemos. Y aunque es difícil de entender, debe respetar aquello que sentimos y le transmitimos, porque su comprensión y empatía pueden ayudar a nuestra relajación.
Esto último puede sonar extraño pero tiene un sentido: si estamos inmersos en el huracán de tensiones y distonías y vemos que resulta molesto o inquietante para la otra persona, nos provocará un mayor auge esta combinación. En cambio si la otra persona se muestra indiferente o, por el contrario, comprensiva, nos puede ayudar a relajarnos puesto que no nos dan prisa por hacerlo. En ese sentido, la disponibilidad de tiempo es fundamental para conseguir que nos pase el huracán lo más pronto posible, puesto que nosotros mismos ya tendemos a inquietarnos ante la imposibilidad de controlar nuestro cuerpo. Así pues, en sintonía con lo aconsejado a la otra persona, también tenemos que darnos tiempo a nosotros mismos, o más concretamente, a nuestro cuerpo.
Aunque suene a tópico, la buena armonía de la situación facilitará la relajación y la eliminación de los sentimientos o emociones descritas al principio de este artículo.