Ayer leí un artículo que ser cuidador de una persona dependiente puede llegar a quemar, lo cual puede ser cierto en algunos casos. Pero, como en todo, en la dependencia tampoco se puede generalizar dado que existe un abanico muy amplio de grados de esta condición. Por poner un ejemplo: no es lo mismo estar todo el día con una persona con Alzheimer a la que hay que ayudar y estar atento de ella a vestir a una persona con discapacidad física.
El grado de apoyo a la persona varía según su grado y situación de dependencia, hecho concomitante con la variación de la implicación de la otra persona sobre la primera. Lo cual también implica que ser cuidado o asistido puede conllevar consecuencias psicológicas a nivel anímico como le pueda pasar al cuidador o asistente.
Pero parémonos un momento en estos dos adjetivos: cuidador y asistente. Aparentemente parece que hagan la misma función, ayudar a la persona en aquello que no puede hacer, pero si volvemos al ejemplo anterior, veremos que no es lo mismo atender a una persona con Alzheimer la cual requiere unos cuidados específicos y una atención determinada, que ayudar a comer a una persona con discapacidad física que te puede ir diciendo lo que quiere en cada momento. En otras palabras, cuidar puede suponer decidir por la persona y asistir significa realizar aquello que la persona no puede hacer por sí misma pero puede decidir cómo se debe hacer.
Por lo que en estos dos casos el cargo de la persona que ayuda no será el mismo ni a nivel físico ni psicológico, por lo que no debemos generalizar los síntomas y signos consecuentes de atender a una persona con dependencia.
Muchas veces la dependencia se considera una falta de autodecisión, lo cual aumenta la falta de autonomía de la persona dependiente generando, una vez más, la sobreprotección por parte del asistente o cuidador y como hemos visto esto variará la carga de ambas partes emocionalmente.
Muy frecuentemente se tiende a decidir por la persona dependiente, inconscientemente este acto de “sobreayuda” lo cual puede producir a ésta:
- frustración,
- disminución de la autoestima,
- ansiedad por no decir o autogestionar su propio cuerpo,
- aumento de la dependencia.
Al mismo tiempo, a grandes rasgos, esta dedicación constante, a la persona asistente (que no cuidadora) le puede producir:
- aumento de una responsabilidad innecesaria,
- disminución de su propia vida puesto que está pendiente de la otra persona,
- ansiedad al temor de no llegar a todo,
- anulación de su privacidad.
Por lo tanto, en este artículo tan sólo pretendo destacar que la carga y el cansancio de la persona que ayuda a otra persona en este caso dependiente, dependerá de la ayuda que tenga que prestar según las características de esta última. Así como he querido exponer los factores de carga, en líneas generales, que a veces adquiere la persona que ayuda, debido a ayudar demasiado o por querer cuidar en vez de ayudar. Lo cual como hemos visto puede acabar perjudicando a ambas partes.
Por ese motivo, en la actualidad es tan importante potenciar la figura del asistente personal como profesional, disminuyendo de esta forma la carga familiar y aumentando al mismo tiempo la decisión de la persona dependiente lo cual favorece su autonomía