Se suele decir que “si quieres, puedes” ante el logro o la intención de conseguir una meta. Pero muchas veces, las personas con una discapacidad congénita (de nacimiento), parece que nazcamos con el guion de nuestras vidas bajo el brazo, dónde parece haber un solo camino, el especial.
Ya, nada más nacer con parálisis cerebral, por ejemplo, los médicos suelen decir: “Uy, este bebé será un vegetal, no hay nada que hacer.” ¡Toma! Torta para tu familia que, cogiendo fuerzas, a veces de donde no las hay, empieza el peregrinaje que marca el guion invisible pero común en estos casos: te llevan a médicos, curanderos, fisioterapia, logopedia, etc… Hasta que, posiblemente, acabas en una escuela especial.
Allí pasas dulcemente tu infancia entre juegos y terapias con un aprendizaje implícito y operativo pero diferente al habitual. También pasas la adolescencia, donde descubres que hay otro “saber” y comienzas a perseguirlo. Ahora eres tú quién pides más fisio, más deberes, etc… Pero puedes toparte que allí no se pueda pasar de cierto nivel y con esa lentitud, llegas a la mayoría de edad con 6º de E.G.B., pero sin título.
Momento en que vuelven a recurrir a esa guía, a ese camino, muchas veces invariable, donde te aconsejan y te orientan que tu mejor destino se haya en un centro ocupacional donde aprenderás habilidades instrumentales y sociales.
Pero a ti no te motiva ni la cocina, ni jardinería ni mucho menos las manualidades que, en ocasiones, por tus características físicas, más bien tiendes a huir de toda actividad que requiera motricidad fina.
Así que te rebelas, persigues algo más, aquello que te gusta. En mi caso, primero me obstiné a ir a un centro (también especial pero más realista) donde se hacía informática, una de mis aficiones y que acabaría siendo mi forma de vida. Allí es de los pocos sitios que aplican el “si quieres, puedes”, priorizando las capacidades ante las limitaciones. Y, aunque sólo estuve 2 años como alumna, siguieron apoyándome, a mi y a muchos otros, en nuestra decisión por desviarnos del camino especial y perseguir nuevas metas.
Gracias a estos tipos de apoyos y tus ganas de perseguir el saber, te embarcas en la educación ordinaria. Donde se cambia el “si quieres, puedes” por el “si te dejan, puedes”, donde puedes encontrarte con un obstáculo tras otro que debes tomar como un parque de atracciones, en el cual superar cada atracción (obstáculo) con diversión y mucha constancia.
Porque esas piedras que vamos encontrando en el camino, se convierten en libros llenos de aprendizajes.
De esta manera, puede que contra todo pronostico y habiendo salido con 6º de E.G.B y sin título en tu mayoría de edad, después de unos 15 años te encuentres con un grado superior, una carrera universitaria, varias especializaciones y puede que hasta con un máster. Y todo ello acompañado de un certificado de discapacidad que puede ser del 100% físico.
Pero tranquilos, que por si no habéis oído bastantes veces, cada vez que iniciamos una formación, el “tú no puedes”, se sigue repitiendo en la búsqueda de empleo. A veces hasta te lo acabas creyendo.
Pero, de nuevo aparecen profesionales (a más de los que siguen a tu lado abriéndote puertas) que te dan oportunidades. Entonces te das cuenta que en las personas con discapacidad no sólo cuenta el “si quieres, puedes”, sino que es necesario el “si te dejan, puedes”.
Es por eso que, como dice Claudia Tecglen en su artículo: “La Educación: Mucho Más Que Un Derecho”: “(…)la educación no es un privilegio sino un derecho. Por ello pido a todas las personas e instituciones que protejan y luchen por ese derecho.”
Sólo a través de la inclusión y un cambio de visión, podremos cambiar el “si te dejan, puedes” por el “si quieres, puedes”
Vanessa Fuentes
Psicóloga, integradora social, formadora y tecnopedagoga